La sangre, como fluido vital de todo ser viviente ha sido, sin duda, un elemento revestido de mucha importancia simbólica y esotérica a lo largo de la historia humana que no sólo da vida al cuerpo físico, sino también es parte del alma humana. Los judíos, por ejemplo, creen que el alma reside precisamente en la sangre; por su parte, para los católicos y cristianos la sangre tiene tal importancia que en la última cena, Jesús da de beber a sus discípulos su propia sangre y en Génesis 9:3-6 es considerada como el alma, por tanto no se puede comer carne viva, pues aún circula sangre en ella:
3 Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. 4 Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis. 5 Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre; de mano del varón su hermano demandaré la vida del hombre. 6 El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre.
Los babilonios creían que Marduk, su dios supremo y también dios de la magia, había creado a la humanidad de su sangre. Y no es raro tampoco, que al ser elemento vital haya sido relacionado también con ritos de fertilidad y origen humano, como sucede con los babilonios.
Además de los poderes mágicos y las virtudes que antiguamente se le concedía a la sangre; también ha sido considerada como un elemento de peligro que no sólo da la vida, sino también puede quitarla; por ejemplo, en la mitología griega, de la sangre de Medusa nació Pegaso, la sangre del lado derecho de una górgona daba vida, mientras que la que se tomaba del lazo izquierdo estaba envenenada; asimismo, la sangre derramada de Urano dio origen a los titanes. No es raro, tampoco que la sangre de vida a los vampiros a cambio de la muerte de la víctima.
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